Buenos días a todos. Antes de ponerme a escribir me asomo, miro fuera para cerciorarme y es verdad: no hay nubes, no llueve, se nos regala un día soleado. Nada que ver con el de ayer. Y fíjate que quiero encontrar hoy en esto tan simple un primer signo. ¿Y de qué? Sencillo: un signo de que es verdad lo que hemos proclamado hoy en el salmo durante la eucaristía, «El Señor se acuerda de su alianza eternamente». Sí, el comenzó con Abrahán, su amigo, una alianza que dura para siempre. Dios desde entonces está con nosotros, de nuestra parte, a nuestro favor: nos promete tierra y fecundidad, compañía y amor eterno. Y continua diciendo el salmo: «Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro». Nunca me había detenido tanto en los salmos. ¿Será porque este tiempo de crisis e incertidumbre acentúa nuestra dimensión creyente y nuestro deseo de encuentro y diálogo con quién el corazón sabe que es manantial de nuestra vida?
Te invito a que tú también busques a lo largo de la jornada humildes signos de la alianza que Dios ha hecho contigo y con tu pueblo. No quieras encontrarlo en titulares de periódico o telediarios. Ponte las gafas del cerca, mira a quienes tienes al lado, a quien te llama por teléfono o te escribe un mensaje, a quién te dedica una canción, o te manda una foto recordándote la historia tan hermosa que habéis vivido juntos; mira el video que te han hecho tus profes recordando que te echan de menos cantidad; asómate al balcón y mira a tus vecinos vibrando a las 8 de la tarde, y mientras, baja la mirada y descubre que las macetas que riegas con cariño se han llenado de flores que están desperezándose; disfruta de la comida que con amor y ternura te ha preparado tu madre o tu compañero, o la persona que te cuida; fíjate en el mimo que pone la enfermera al controlar tu tratamiento y como te dice «toda va a salir bien». Signos calladas, pequeños, escondidos de la alianza de eterna de Dios con su pueblo que despunta y nos guiña a través del corazón; palabras y acciones de quienes están a nuestro lado.
El Señor solo nos pide que guardemos esta alianza, que seamos fieles a ella, porque en tal fidelidad está la VIDA. Jesús, que es el signo y la respuesta definitiva del hombre al amor del Padre, nos lo dice más rotundamente: «quien guarda mi Palabra no verá la muerte para siempre». Así que en tiempos de asechanza de sombras de muerte, fiémonos de Dios que en Jesús se dirige a nosotros con una PALABRA que nos moviliza, nos pone de pie y nos llena por completo. Creamos en la PALABRA que es Jesús y demos una patada al miedo que quiere encogernos. Abre los ojos. No se te escape ni un signo de la ALIANZA NUEVA. Y tu corazón, como el mío, recobrará el aliento y la esperanza que necesitamos para continuar esta carrera de fondo. Un beso, amigos y amigas.
Mi amigo Pablo Granado, me mando como un abrazo una foto recordando historias hermosas vividas juntos. Gracias compañero!!!