Es viernes, ese día saleroso en que todo apunta a descanso, familia, encuentro con los amigos,… todo eso que llena la vida de humanidad, fiesta, gozo, alegría, comunión. Sí, tienes razón, eso era antes. Ahora no sabemos si es viernes o martes, porque todos los días son iguales, todos son una reiterada repetición de rutinas en el confín de unos metros, con canciones oficiales cansinas y poco fiables acerca de curvas, recuentos, acuerdos y desacuerdos de quienes tendrían que poner concierto en medio de tanto desconcierto y no nos causan más que una sensación de hartazgo e incertidumbre. Pero es viernes de Pascua y el evangelio que hemos proclamado esta mañana nos hace escuchar a un Pedro que probablemente tan confundido y desconcertado como nosotros dice a los suyos: ¡me voy a pescar! Un gesto de arranque que motiva a los compañeros para iniciar la faena. Y mientras que prueban el sabor del fracaso porque no pescan nada, porque no ven color a la cosa, Jesús el Resucitado, se hace presente en la orilla, junto a las brasas y el pescado para compartir en fraternidad. Es la voz de Jesús que pregunta y entra en conversación desde la distancia la que introduce la novedad, la que pregunta, se interesa por nosotros, nos invita y sugiere cambiar de lugar de pesca; es el timbre único de su voz la que hace reconocer al discípulo amado, la presencia del Maestro en la orilla, la que hace tirarse al agua a Pedro deseando el encuentro y, como nosotros, el abrazo; es la que suscita la solidaridad entre los compañeros para arrastrar la abundantísima pesca hasta la orilla. Es el Resucitado el que hace nuevas todas las cosas.
Sí, amigo y amiga, hoy es viernes de confinamiento, y seguimos instalados en este espera incierta, pero Jesús se acerca a nuestra playa y quiere alimentarnos, fortalecernos, ayudarnos a reconocer el don de estar acompañados y tirar juntos de esta realidad que se vuelve agotadora. ¡Que sea él para ti hoy motivo de alegría; que te haga sentir que estamos entrando en el fin de semana! Reconoce con gozo su presencia y di también tú: ¡Es el Señor!
Buenos días, buena pesca y salud. Contigo y con Jesús, el que se manifiesta junto al mar, brindo al llegar el mediodía por la vida y la amistad compartida. Un abrazo.
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