Queridas familias, volvemos este fin de semana para escuchar la Buena Noticia de Jesús: Él nos ama, a nosotros sus fieles, que le conocemos, le vemos, le vivimos.
Estamos hechos para ser amados, también para repartir amor. Abrirse a la experiencia de Dios es abrirse a la experiencia del amor, del amor sin límites. Y qué reconfortante es escuchar de sus palabras que Él nos ama, que a cada uno, nos ama.
Se me hacen difíciles estos días en los que parece que poco a poco vamos recuperando la actividad, se reducen las distancias y tímidamente nuestro reencuentro empieza a reanudarse también, sin embargo, es un sentir tan contenido, tan discreto, tan aséptico y austero, tan raro.
Cómo ver a un amigo y no poderle abrazar, cómo enseñar a un niño a no tocar, a no coger, a no besar, cómo ver a una madre y no fundirte con ella en un abrazo, cómo no tender la mano al anciano, cómo no entregar limosna al necesitado.
Creo que Jesús nos habla hoy de un nuevo misterio, que no necesita contacto por mucho que nos guste. El misterio de estar en nosotros y nosotros en él, el misterio de estar conectados por algo mucho más profundo e imperecedero, más sólido, más fuerte y menos vulnerable, que con sólo una mirada se siente, o con una sola sonrisa se alcanza, unidos por el amor, por el amor sincero.
Queridos amigos, ya recuperaremos los abrazos, las caricias y los besos, de momento hoy, permanezcamos en el amor. ¡Que Dios os bendiga!
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