Acabamos de celebrar la cena con Jesús. Nos hemos sentido familia en torno a la misma mesa. El nos invitó a reunirnos para mirarnos a los ojos, para que descubriéramos cuánto hemos vivido juntos, cuántas palabras que nos han llenado de esperanza, cuántos signos liberadores que nos hicieron sentir la ternura de Dios junto a nosotros. Lo hemos visto levantarse, arremangarse, arrodillarse en el suelo, mirarnos a los ojos y lavarnos nuestros pies cansados sobre todo de estás últimas semanas de incertidumbre, inquietud, desasosiego. Nos ha invitado a mirarnos unos a otros, a sentir el gran regalo de no estar solos, de ser una comunidad, de tener una única mesa, de estar alimentados por un solo pan que es su vida roto, partida, repartida entre nosotros. Nos ha dicho a Pedro, a ti y mi: haced esto en memoria mía, servíos unos a otros, y encontréis la alegría que brota del amor.
Estoy seguro que a ti te ha dicho más cosas. Ahora toca levantarse y ponerse en camino mientras cae la noche hacia Getsemaní. Jesús también siente la fragilidad, el miedo, el dolor,…. no quiere dejar a sus amigos, no te quiere dejar a ti. No quiere estar solo. Como tantos en estos días que no quieren estar solos en sus casas, ni en la cama del hospital,… hasta en eso Jesús se ha hecho semejante a nosotros y nos ha mostrado su solidaridad y amor extremado. Por eso nos pide: venid conmigo, acompañadme en esta noche, en esta oscuridad, velad conmigo, ayudadme, sostenedme, clamad conmigo al Padre.
Pues a eso te invito esta noche, a partir de las 10. A quedarnos un rato con Jesús, a acompañarlo en el Huerto de los Olivos, a no dormirnos, a no dejar pasar esta ocasión. Y mientras lo acompañamos a él en esta noche de sudores de sangre y enorme angustia, nos hacemos próximos a quienes como Jesús sienten cerca el peligro, la enfermedad y la muerte. A las 22h nos vemos con Jesús en Getsemaní en la hora santa. No te duermas. Jesús quiere que permanezcas a su lado. Un abrazo inmenso lleno de amor fraterno.
