¡Paz a vosotros! No son palabras mías, sino de Jesús el Resucitado. Hoy también entra en nuestros cenáculos cerrados en donde un puñado de discípulos se debaten entre el asombro, la incredulidad y el despuntar de noticias llegadas de un sepulcro vacío. También en medio de nuestras dudas y zozobras, alimentadas por esta cuarentena prolongada, Jesús nos pregunta: ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Y nos invita a reconocerlo, mostrándonos las marcas del Crucificado que es tanto como recordarnos su amor por nosotros y la compasión extremada de Dios: «mirad mis manos y mis pies, soy yo en persona». ¡Qué grande la pedagogía de Jesús y su paciencia para que en nuestro interior pueda brotar la fe en la vida, la confianza renovada en su Palabra, la certeza de que Dios en su Hijo no nos abandona sino que abre de par en par las puerta de la esperanza!
No sé tú, pero yo necesita acoger esta ofrenda de Jesús en la mañana, el don de su PAZ. Solo desde ella, puedo levantarme un día más, para ejercer el ministerio que a cada uno de nosotros nos encomienda hoy: ser testigos de la resurrección. Antes de hacer otra cosa, piensa en alguien que precisa del anuncio de la Vida. El Señor te envía hoy a comunicarle que Cristo ha vencido a la muerte y que a ti te ha visitado con su paz. Un abrazo, amigas y amigas. La paz con vosotros.