¿Sabes lo que es el eco? Se trata del sonido repetido que surgió en un instante y que se prolonga en el tiempo. ¿Y por qué te hablo del eco? Porque esta mañana al escuchar el evangelio durante la eucaristía, me ha parecido que llegara hasta mis adentros la voz potente de Jesús dirigida a la mujeres que, muy temprano, se encaminaron hacia el sepulcro: ALEGRAOS. NO TEMÁIS. Es la voz de Cristo en la mañana de la Resurrección, que llega hasta nosotros como buena noticia, como «el amor en tiempos de cólera» que diría el gran Gabriel García Márquez. Las palabras, la voz y la presencia de Cristo Resucitado de la noche del sábado de gloria, se prolongan durante estos ocho días, la octava pascual, para que todos nuestros sentidos capten y se enteren de que la vida ha triunfado sobre la muerte, que esto ha pasado en Jesús el Señor y que todos nosotros, por muy fastidiada que sea la realidad por la que pasamos, estamos convocados a compartirla con Él.
Ayer José María Rodríguez Olaizola, compañero jesuita, nos recordaba que nadie se tiene que sentir obligado a la alegría por decreto, automáticamente, porque la situación que nos toca atravesar limita nuestras posibilidades de vida gozosa. Por eso, la Iglesia te invita a escuchar la voz repetida de Jesús; quiere que poquito a poco, el corazón se deje empapar de su presencia, hasta que su luz se refleje en nuestro rostro, emerja en la sonrisa y se desprenda de nuestra mirada. Si en estas semanas te ha visitado la oscuridad, la sombra de muerte, la angustia, la aflicción, no creas que tu fe se ha perdido porque aún la luz no ha vuelto a ti. Ocho días de octava pascual, cincuenta días de Pascua, son un camino sereno para que cuando menos lo pienses, Jesús, el Crucificado-Resucitado por amor a ti, se te plante delante y con sola su presencia, sentirás que amanece, la vida es nueva y estalla el gozo.
Un abrazo hermano, un abrazo hermana, desde la grisura externa de este día lluvioso que bajo su apariencia, oculta el fulgor de la primavera ya estrenada.