Buenos días, amigos y amigas.
Seguimos unidos a todos vosotros, desde la Comunidad Marianista de Santa María del Pilar, en esta ciudad de Madrid que vive con especial intensidad este golpe a la salud y a la vida cotidiana que se cuela por todas las rendijas y que afecta a mucha gente querida.
Hoy en la eucaristía celebrada con vuestros nombres y rostros en el corazón, el libro de Daniel nos ofrece la oración penitencial de Azarías. Una súplica que brota de los labios de quien se encuentra en peligro de muerte y que se dirige a Dios desde la indigencia, haciendo memoria de la historia de amor del Señor con su pueblo, apelando a su promesa de abundancia, fecundidad y descendencia.
Se me ocurría que también nosotros podemos sentir que esta parálisis social en que hemos quedado confinados y que nos impide hasta reunirnos físicamente como comunidad para celebrar la fe y alimentarnos de los sacramentos, reduce nuestra capacidad de alabar a Dios y de vivir nuestra vocación cristiana. Sin embargo, como Azarías, estamos llamados a ofrecer el sacrificio de nuestro corazón humilde, paciente, compasivo, servicial. Un culto distinto que no se puede realizar en el templo sino desde nuestro hogar; un culto que brota de la ternura con la que hacer las cosas pequeñas de cada día. Un culto que nace del reconocimiento de que nuestras vidas nacieron de las manos amorosas de Dios y a Él, Señor de la Vida, le pertenecen. El acepta nuestro culto razonable de estos días y nos acompaña y aliento. Estamos en los comienzos de la lucha. Apoyémonos en la Palabra de Dios y creámoslo: «Los que en ti confían no quedan defraudados. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.» ((Dn 3,25.34-43)
Un abrazo lleno de cariño. Te dejo la misa de hoy en nuestra comunidad por si quieres rezar con ella.