A veces tenemos la sensación de que Jesús se ha ido de nuestra vida y de nuestro mundo. Ante una clara injusticia, una muerte cruel o una situación sin aparente salida, podemos sentir una tristeza y un dolor similares a los que sintieron los discípulos ante el asesinato de Jesús. Cuando el santo y justo es condenado y ejecutado, podemos pensar que se han tergiversado todos los valores verdaderos. En nuestra ayuda viene el Espíritu Defensor que nos hace presente al Resucitado y nos reafirma en la verdad de su Evangelio.
Queridos amigos y amigas, en nuestra oración de hoy, no nos dejemos vencer por la tentación de sentirnos huérfanos y roguemos con insistencia recibir el don del Santo Espíritu. Un abrazo y buen día a todos.
P.D. En la Iglesia hemos habilitado un espacio para la confesión, estableciendo la distancia física suficiente con el sacerdote y asegurando la discreción. Estamos a vuestra disposición un rato antes de las eucaristías.