Quien ha tenida la experiencia del encuentro con el Dios que ha resucitado a Jesús tiene un tesoro inmenso y se siente urgido a ofrecerlo. Esto le ocurre a Pablo en Atenas, corazón de la cultura de su tiempo. Sabiendo que Dios nos habita, que su Misterio nos desborda abandona todo sectarismo, imposición dogmática y trinchera y entra en diálogo en el plaza pública reconociendo la búsqueda de todo ser humano, su sed de verdad última, su capacidad espiritual, y hasta su dimensión artística y creativa. De todo ello se ha valido el Señor a lo largo de la historia para encontrarnos y hablar al corazón. Solo algunos creyeron a Pablo cuando les habló de Jesucristo el Resucitado como plenitud de la revelación de Dios y respuesta a la sed del corazón del hombre.
Tampoco nosotros podemos esperar respuestas masivas, adhesiones en masa; los discípulos de Jesús, cantamos nuestra canción, la que tenemos, y nos alegramos infinito cuando alcanza el corazón de alguno que decide creer en Jesús y venirse a vivir la fe que nos colma de alegría. ¡Qué el testimonio del intrépido apóstol Pablo nos aliente a renovar nuestra cercanía a todo los hombres y mujer buscadores de la verdad y nuestro espíritu misionero! Buenos días, amigos.