Te ofrezco la misa de esta martes radiante de luz, en que las palabras de Jesús siguen conduciéndonos en este tiempo de Pascua como Buen Pastor:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Mi Padre y yo somos uno.»
Anoche escuchaba por la radio la narración de una persona de 42 años que había permanecido más de 40 días ingresado, la mayor parte de ellos en coma inducido. El contaba que le quedan sueños de ese tiempo inconsciente, y que en uno de ellos, sentía una voz que le decía que ya todo había terminado: «ya estás muerto». Sin embargo a su lado veía el rostro de su hija de 12 años, y se aferro a ella: «no puedo morir sin ver a mi hija». Y así fue como Daniel, tras 24 días en coma a cuenta del coronavirus, logró sobrevivir. La fuerza del amor que nos hace uno. La fuerza de saber que hay quien nos espera. Este tiempo de Pascua es un sentir esta fuerza inmensa del amor de Jesús que nos arrastra de la muerte a la vida. Es sentirnos uno con él, como él esta unido al Padre. Dice
Fernando Vidal, buen amigo, que estamos en los tiempos de la gran revinculación. ¡Qué grande si conducidos por el Buen Pastor nos sintiéramos tan unidos unos a otros, que encontremos en ello, la fuerza de la vida, como la encontró Daniel que disfruta ya de su mujer y de su preciosa hija de 12 años, mientras se recupera en casa y cuenta su pascua, su particular y concreta historia de salvación. Un abrazo amigo, amiga.