En la eucaristía de este martes Jesús nos ofrece algo que ansía en muchas ocasiones nuestro corazón. Nos dice: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde.»
Sí, Jesús el Resucitado nos da la PAZ, uno de los efectos de la pascua. Una paz que no es fruto de componendas, ni de acuerdos humanos más o menos interesados, o de mirar para otro lado apartando la vista de problemas, injusticias o dificultades. Es la paz que viene de Jesús y que es fruto de la fe en la victoria de la vida sobre la muerte; en el poder del amor frente al odio y en la radical confianza en que Dios está de parte de la vida digna y buena del hombre. Hoy somos invitados a acoger una vez más este regalo de Jesús. No nos dejemos atrapar por los miedos. ¡Que nadie trate de asustarnos, acobardarnos, paralizarnos, anestesiarnos! La salud ciertamente es un bien fundamental, pero ni tan siquiera ésta es un absoluto que nos pueda hacer tragar con ruedas de molino! La paz de Jesús nos da lucidez, valentía y arrojo para permanecer siempre libres, despiertos y con capacidad para pensar y actuar según criterios de fe.
Un abrazo lleno de cariño. La paz.