En la Palabra que nos brinda la eucaristía de hoy, continua la peripecia de los primeros testigos de la fe. Hoy es Pablo, el viajero, el que se hace presente en medio de la sinagoga, y allí le reclaman un palabra de consuelo. El se levanta y les habla, ayudando a referir toda la historia de salvación a Jesús. Nosotros somos también invitados a ofrecer palabras de consuelo; a alumbrar a quienes nos piden luz.
Estemos atentos porque somos instrumentos de Dios con toda humildad para consolar, alegrar, animar, dar sentido a cuanto vivimos. Nos asiste la fe, nos impulsa el Espíritu de Jesús, nos fortalece la comunidad de la que formamos parte. Buen día y un abrazo a todos.