SEGUNDA SEMANA: LUCES PARA UNA TIERRA NUEVA
Motivación
Por todas partes nos anuncian que el momento más duro de la epidemia ya ha pasado. Ese “pasado” nos ha dado muchas lecciones. Pero ahora estamos iniciando una “nueva etapa”, un nuevo momento histórico del que somos responsables de cara al futuro. Es una oportunidad importante para crear algo nuevo, para “re-crear” el “tejido social”, una “tierra nueva”, un nuevo humanismo, haciendo presente, con ello, la esperanza de un Dios que está con nosotros y que sigue viniendo.
La voz del profeta
La esperanza no puede ser un adormecimiento pasivo. Si hay algo que pueda haber sido positivo, en estos meses de pandemia, son esas luces de la “cultura del cuidado” que nos han mostrado con su vida muchas personas llevadas, sin saberlo, por el Espíritu de Dios. Ninguna de esas cosas que hemos aprendido deberíamos olvidarlas ahora. Sería un retroceso histórico imperdonable.
Nosotros seguimos esperando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia». (2ª lectura: 2Pe 3,8-14).Isaías, a su vez, nos anima también este domingo en esta dirección mirando hacia el futuro para que seamos nosotros mismos profetas de futuro. Se trata de “re-crear” la humanidad perdida, el “tejido social”.
«Consolad, consolad a mi pueblo. Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: “Aquí está vuestro Dios» (1ª lectura: Is 40,1-11).

¿Dónde está Dios?
Dios sigue estando donde estaba, como vimos el domingo pasado. Pero no podemos bajar los brazos: Dios quiere que los tengamos siempre levantados. A veces la prisa y la impaciencia nos detiene y hace retroceder; perdemos la esperanza y la utopía.
«No olvidéis una cosa, queridos míos, -dice Pedro (2ª lectura: 2Pe 3, 8-14)- que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda…»
Nosotros somos ahora, como Juan Bautista, los “pregoneros” y continuadores de la historia para “preparar los caminos”. (Evangelio: Mc 1,1-8).
Las luces de la ciudad
Pero hay que mirar al presente y al futuro para “recrear” lo que queremos que sea nuestra humanidad recuperada. Es lo que ahora nos toca: encender nuevas luces de esperanza donde, pasado lo pasado y “sin bajar la guardia”, mantengamos lo aprendido y demos nuevos pasos para “recrear” un nuevo tejido social, una posible nueva humanidad.

Un gesto comunitario
Hoy, entre todos, nos preguntamos
• Qué podemos añadir nosotros, desde nuestras posibilidades para mantener lo que tenemos y añadir alguna nueva luz en la ciudad.
• ¿Cuáles son los rasgos de esa “cultura de los cuidados” que ahora podemos estrenar sin perder lo aprendido?
• ¿Qué puedo hacer yo?
Entre todos VAMOS NOMBRANDO A ESAS REALIDADES inaplazables. Vamos, pues, añadiendo papeletas amarillas cubriendo las ventanas que todavía no estén iluminadas.
Podemos también escribirlos, incluso con nuestros compromisos personales, en otras papeletas . Podemos igualmente expresarlas de viva voz.
La Corona de Adviento
Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel anunciando un nuevo tiempo de esperanza. “No temas, porque yo estoy contigo”, dice Dios. “Que todas las naciones se congreguen y todos los pueblos se reúnan. Vosotros sois mis testigos.
No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo;mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”
Nosotros, como símbolo de la nueva justicia, encendemos esta segunda vela del Adviento mirando hacia el futuro. mirando hacia el futuro. Que cada uno de nosotros se comprometa por una nueva tierra de esperanza para que nada de lo aprendido se pierda.
¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!