PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Levítico: el leproso vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca una llaga como de lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón, o ante uno de sus hijos sacerdotes. Se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada. El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro, impuro!” Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».
SALMO RESPONSORIAL
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño.
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación
Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios: sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo
Hermanos: ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo ni a judíos, ni a griegos, ni a la Iglesia de Dios; como yo, que procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven. Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo.
Aleluya, aleluya, aleluyaUn gran Profeta ha surgido entre nosotros.Dios ha visitado a su pueblo.Aleluya, aleluya, aleluya
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EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos: la lepra se le quitó, y quedó limpio
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «no se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.