HOMILÍA
Queridos amigos, querida familia, querida comunidad de fe:
Cada año, al llegar el 12 de octubre, aunque no parezca otoño por las cálidas temperaturas, aunque sea puente y se produzca esa estampida madrileña que nos lleva a salir de la ciudad para respirar otros aires, en Santa María, nos reunimos delante de la Virgen del Pilar, para reconocer que de una u otra manera ella tiene mucho que ver en cuanto somos, hacemos y vivimos en este lugar. La miramos con amor de hijos y le decimos: Madre, felicidades porque hoy es tu día. Aquí nos tienes. Y delante de su mirada nos sentimos acogidos y amados. Ante sus ojos ponemos esa ilusión que despierta estrenar un nuevo curso, desperezar toda la vida que circula por aulas, patios, pistas de deportes, lugares de encuentro y por este templo que en medio de la plaza es como corazón que bombea la vida que solo viene del Dios que en Jesús quiere plantar su tienda entre nosotros. Aquí nos tienes con nuestras lecciones empezadas, con entrenamientos y partidos, con ensayos de coro y teatro, con proyectos nuevos que despegan como los Encuentros con Jesús en Infantil y Primaria, como los grupos Pelícano de Padres y Madres transmitiendo la fe a sus hijos, como el equipo de Caritas de la Parroquia. Aquí nos tienes a los jóvenes del catecumenado y de Emaús; aquí nos tienes con la alegría y la sonrisa de crecer juntos en Huellas, Senda y Grupo Scout y llenar la tarde de los viernes de juegos, risas y amistad; aquí nos tienes dispuestos a imitarte en tu visita a Isabel en los voluntarios del programa Magnificat; aquí nos tienes dispuestos a que los enfermos y ancianos de nuestra barrio no se sientan solos; aquí nos tienes dispuestos a aprender entre todos a Cuidar del mundo, que empieza en nuestra casa y se extiende hasta Albania en nuestro abrazo de solidaridad.
Y por eso, hoy nos tiene que motivar escuchar la Palabra de Dios desde esta Jerusalén, que es para nosotros Santa María del Pilar. El Libro de las Crónicas que hace historia del paso de Dios por su pueblo, nos recuerda que estamos llamados a ponernos en marcha, sin pereza, con entusiasmo, porque como diría Guillermo José Chaminade, nuestra misión es grande, es universal: somos los misioneros de María. La Palabra nos invita a iniciar esta ronda juntos, como pueblo de santos que somos. A que todos metamos el hombro debajo de los varales; a que nos perdamos el tiempo en nimiedades ni en pequeñeces porque el servicio al evangelio nos apremia y debemos permanecer unidos en nuestra misión. La Palabra nos invita a sentir que al caminar junto a María está con nosotros la presencia del Dios encarnado en su vientre, Jesús nuestro hermano y Señor. Y si él está con nosotros, no lo dudéis, estamos gustando ya del tesoro que da sentido a nuestras vidas.
Por eso hoy con el coro y con toda la asamblea, cantamos, hacemos fiesta, brindamos, porque queremos contagiar a cuantos pasan por este lugar de vida marianista, por esta casa de María, la alegría del evangelio, la alegría de ser comunidad, la alegría de tener una familia con la que llorar, reir y esperar.
La Palabra que hemos escuchado y que tiene fuerza para movilizarnos y transformarnos porque viene de Dios, nos mueve a ofrecer este don que es Jesús al mundo. Queremos recordar a nuestra gente, tantas veces desalentada, tentada de división e incluso violencia, que Dios está a favor de su pueblo, que Dios nos conduce, que el es nuestro baluarte, nuestra defensa, nuestro alcazar, refugio y casa. Y por eso con la confianza puesta en Dios, esta comunidad que lleva el nombre de María quiere vivir como ella de la fe, sentir seguridad en la esperanza y hacer visible con constancia y empeño el amor que nos viene del Señor.
Sí, en este hermoso día del Pilar, mirando la realidad de nuestro mundo, la vida de las personas que nos rodean, bebés, niños, padres y madres, jóvenes, abuelos, enfermos y emigrantes, parados y todos aquellos que se encuentran en situación de fragilidad, queremos renovar nuestro compromiso de ponernos al servicio de María, acogiendo la voluntad de Dios y colaborando con su tarea de hacer presente en nuestro mundo a Jesús y su Evangelio. Con él queremos trabajar para que este mundo será como dice nuestro lema de este año: TODOPARATODOS, porque todos somos hermanos y así debe ser en JUSTICIA. Esta es la misión marianista que compartimos en familia, que se hace realidad aquí en Santa María siendo continuadores de aquello que comenzó Guillermo José Chaminade en la Iglesia de la Madeleine de Burdeos.
Si así lo hacemos, de los labios de Jesús brotará hacia cada uno de nosotros y hacia nuestra comunidad de fe, aquello que proclamó de su madre: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.”
Decía san Ignacio de Loyola: el amor está más en las obras que en las palabras. Ojalá nuestra misión común en este curso así lo refleje.