COMUNIÓN, SERVICIO Y AMOR
Siempre siento miedo, al llegar la Semana Santa. Temor al ritualismo y a la costumbre. En estos días caminado detrás de Jesús por las calles de mi ciudad, me he emocionado, he rezado y llorado. He abrazado a muchas personas que han pasado un año difícil, duro y hasta desgarrado. Nos hemos tomado de la mano con fe quienes sabemos que necesitamos recibir juntos su gracia, su fuerza, su auxilio, en medio de la debilidad. Me he unido a quienes pretenden servir al Señor llevando su rostro y su mirada a un pueblo que necesita ser sostenido en la fe en medio de sus luchas.
Hoy, mientras rezaba con la Palabra de Dios para esta celebración de nuestra comunidad, invitada por Jesús a la cena de despedida, me han resonado las palabras de Éxodo de una manera particular con toda la fuerza del drama que supone la PASCUA. Jesús nos ha invitado hoy a una cena Pascual que actualiza el drama del pueblo de Dios, tratado como animales de carga, mano de obra barata y masa privada de libertad en tierra extranjera. Un pueblo que llegó a Egipto como refugiados de hambre y penuria. Un pueblo que esperaba encontrar una vida mejor y se encontró con miseria y opresión por una civilización presuntamente superior y desarrollada. Hoy celebramos la actuación de Dios que siente el clamor de su pueblo, el clamor de sangre derramada. En él misterio de la debilidad golpeada por el mal y la iniquidad del corazón del hombre, Dios llama a arracimarse, a reunirse en torno a la mesa, a alimentarse de inocencia y a ponerse en marcha juntos. No hay experiencia del Dios bíblico, del Dios de Jesús sin hombres y mujeres que se reúnen y se ponen de pie JUNTOS, con la cintura ceñida y el bastón en la mano, preparados para ponerse en camino a la voz liberadora de nuestro Dios. Hoy es día de vivir esta PASCUA NUEVA que nace en torno a una mesa en donde a pesar de miserias, infidelidades y traiciones, el Maestro nos convoca para que PERMANEZCAMOS unidos en su nombre; para que su memoria revivida en comida de hermanos, nos mantenga siempre unidos, en torno a un cáliz de bendición que el nos pasa para que bebamos y nos sintamos consanguíneos, hermanos en la sangre de Cristo que nos reunió en un pacto y alianza para siempre. Hoy Jesús, ante lo que queda por vivir, nos invita a desterrar para siempre el individualismo, la soledad egoísta y la indiferencia ante quien malvive porque no es de mi familia, de mi grupo, de mi clan, de mi partido, de mi ideología (esa peste que desune), de mi país, de mi religión. Uno solo es vuestro Padre y todos sois hermanos. Hoy Jueves Santo, el Señor, invitándote a la mesa, a ti y a mí, nos recuerda que ser cristiano, tener parte entre los suyos es vivir el misterio de la FRATERNIDAD.
También, el jueves santo no trae la conmoción de ver a Dios por los suelos. Dios es el que salva haciendo, actuando, a través de sus grandes signos y de sus mediadores.Pero con Jesús, se nos caen los palos del sombrajo. La transparencia de Dios en la carne que es Jesús se desviste, deja atrás lo que es adorno, distinción, pompa y circunstancia, esa que todavía tenemos en ocasiones adherida en los usos y costumbres de la Iglesia, y también en nuestro modo de actuar en sociedad. Nuestro Dios es quien se reviste de toallas para secar a quien viene muerto de frío y miedo; quien se arrodilla ante nuestra humanidad herida y los píes cansadas llenos del barro del camino, para lavarlos con ternura y besarlos con misericordia. Este es el MAESTRO y SEÑOR a quien decimos seguir, a quien creemos. No nos podemos negar a que sea EL quien hoy nos SIRVA, aunque las lágrimas caigan amargas sobre nuestro rostro, porque solo este encuentro con EL nos transforma y nos capacita para ser HOMBRES Y MUJERES DEL SERVICIO.
Lo único que está esperando tanta gente, tantos que necesitan ser escuchados, abrazados, acogidos, perdonados, levantados, sanados, por los discípulos del hombre de la toalla ceñida para poder creer, confiar y esperar en el Dios que salva la vida de los pobres, el Dios apasionado amigo de los hombres.
Finalmente, hoy es el día del AMOR. Las palabras que escuchamos, el signo que contemplamos, la comida de despedida a la que hemos sido inmerecidamente invitados nos hablan de lo único importante a cerca de nuestro Dios y en la vida del creyente. Por eso, en este jueves santo somos invitados de nuevo a recordar y revivir que lo nuestro es AMAR, que Jesús amó a los suyos que estaban en el mundo y que está eucaristía, memorial de aquella cena fue un adelanto de su AMOR entregado y derramado, de su pasión por nosotros Si nos reunimos, si servimos, si actuamos es porque nos hemos encontrado en medio de nuestra indigencia con el amor desbordante de Jesús. Abramos los ojos, dejémonos querer en esta tarde de grandes secretos a la mesa, de amistad, y de gestos que se guardan para siempre en el corazón. Que la memoria de esta Pascua nueva de Jesús nos llene de ardor y no de fuerza para que en la medida de nuestras posibilidades coloquemos en el centro de nuestra vida cristiana el ejercicio concreto del amor. La revolución de la ternura es la que despliega Jesús ante nuestros ojos. Acerquémosla a nuestros hermanos con pasión. Amemos con ternura y sin descanso porque el Señor nos lo reclama.
